miércoles, 21 de marzo de 2012

Fiesta de la Poesía

Juicio final

Yo, pecador, artista del pecado,
comido por el ansia hasta los tuétanos,
yo, tropel de esperanza y de fracasos,
estatua del dolor, firma del viento.

Yo, pecador, en fin, desesperado
de sombras y de sueños: me confieso
que soy un hombre en situación de hablaros
de la vida. Pequé. No me arrepiento.

Nací para narrar con estos labios
que barrerá la muerte un día de éstos,
espléndidas caídas en picado
del bello avión aquel de carne y hueso.

Alas arriba disparó los brazos,
alardeando de tan alto invento;
plumas de níquel. Escribid despacio.
Helas aquí, hincadas en el suelo.

Este es mi sitio. Mi terreno. Campo
de aterrizaje de mis ansias. Cielo
al revés. Es mi sitio y no lo cambio
por ninguno. Caí. No me arrepiento.

Ímpetus nuevos nacerán, más altos.
Llegaré por mis pies -¿para qué os quiero?-
a la patria del hombre: al cielo raso
de sombras ésas y de sueños éso.
Blas de Otero

 Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar
y el caballo en la montaña.
Con la sombra en la cintura
ella sueña en su baranda,
verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Verde que te quiero verde.
Bajo la luna gitana,
las cosas la están mirando
y ella no puede mirarlas.

Verde que te quiero verde.
Grandes estrellas de escarcha,
vienen con el pez de sombra
que abre el camino del alba.
La higuera frota su viento
con la lija de sus ramas,
y el monte, gato garduño,
eriza sus pitas agrias.
¿Pero quién vendrá? ¿Y por dónde?
Ella sigue en su baranda,
verde carne, pelo verde,
soñando en la mar amarga.
García Lorca

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