miércoles, 4 de mayo de 2011

¡Qué manera de escribir!

La Real Academia Española está detectando que existen motivos de inquietud «no sólo por la ortografía, sino también por la cultura en general, por la lengua, por la escritura... Estamos en un momento crítico», evalúa Salvador Gutiérrez, el académico de la RAE que ha coordinado la nueva Ortografía, recién publicada. «Todas las pruebas diagnósticas indican que la situación es preocupante -abunda-, y los profesores que están en las aulas nos lo dicen también. Y no debemos conformarnos con que las autoridades manifiesten que esto es producto de la sociedad en la que vivimos, que es una sociedad cambiante. Se debería hacer un análisis objetivo, no catastrofista ni apocalíptico, de cómo estamos y cómo estábamos, porque no ha habido evaluaciones serias de si las reformas educativas han funcionado o no. La educación es una cuestión de Estado, y en ella debemos ponernos todos de acuerdo. Pero, desgraciadamente, no es así».

Pese a ello, Gutiérrez, catedrático de Lingüística, lamenta más la general y progresiva reducción de las horas lectivas dedicadas a la lengua: «Yo no quiero cargar las tintas sobre las comunidades, porque el mal es general. Es una cuestión de pensamiento cultural, de si la lengua ha de tener más espacio en la educación o menos. Y hace años esa asignatura tenía muchas más horas en la educación, también las comunidades donde no hay lenguas específicas. Ha ido perdiendo horas, importancia y nivel de exigencia, y eso lo estamos pagando de una manera muy seria».

Gutiérrez, catedrático de Lingüística, lamenta más la general y progresiva reducción de las horas lectivas dedicadas a la lengua: «Yo no quiero cargar las tintas sobre las comunidades, porque el mal es general. Es una cuestión de pensamiento cultural, de si la lengua ha de tener más espacio en la educación o menos. Y hace años esa asignatura tenía muchas más horas en la educación, también las comunidades donde no hay lenguas específicas. Ha ido perdiendo horas, importancia y nivel de exigencia, y eso lo estamos pagando de una manera muy seria».

Apunta también Mesanza, doctor en Ciencias de la Educación, que la distinción entre «faltas gordas», que penalizan más en los exámenes, (una b por una v o las equivocaciones con las haches), y leves (las tildes) es el desencadenante de que el 60 por ciento de los fallos sean de acentuación, mientras que del cuarenta por ciento restante, «la mitad son por letras, aspecto en el que no se equivocan tanto como se suele creer, y la otra mitad por signos de puntuación». Otro aspecto significativo es que a lo largo de los años «las palabras en las que más fallan los chicos siguen siendo las mismas, prácticamente: más, también, día, mí, está, fútbol, qué, después, él y había». Y no será porque no lean y vean con machacona frecuencia un vocablo como «fútbol».


Aunque en esos análisis falta la perspectiva de lo que está sucediendo tras la explosión de las redes sociales, el profesor tiene claro que «la diferencia entre las nuevas generaciones y las anteriores con respecto a la ortografía está en que normalmente los adultos de más edad nos exigimos corrección en todos los ámbitos, mientras que los jóvenes practican una ortografía detrás de los muros de su colegio y otra fuera, cuando a la hora de comunicarse en un "chat" solo distinguen entre lo que les sirve y lo que no. Y por rebeldía en ocasiones incluso prefieren la antiortografía». Tiempos revueltos en los que, sin embargo, dice, sigue siendo posible reivindicar una escritura esmerada «como garantía de la precisión del mensaje, de que tiene un significado unívoco». Y de respeto a quien lo lee.
Autora Blanca Torquemada en ABC

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